El árbol encantado
De: Rodolfo Arrayago Conde
Había una vez un bosque mágico lleno de criaturas fantásticas y árboles encantados. En el centro del bosque, había un árbol muy especial, conocido como "El árbol encantado".
Este árbol era diferente a los demás, tenía un tronco grueso y fuerte, pero sus ramas eran delgadas y flexibles. Además, sus hojas eran de colores brillantes y cambiantes, como si estuvieran hechas de cristal.
Un día, una pequeña niña llamada Ana entró en el bosque y se encontró con el árbol encantado. Ana era una niña curiosa y aventurera, así que se acercó al árbol para examinarlo más de cerca.
Cuando tocó el tronco del árbol, sintió una extraña energía que la envolvía. De repente, el árbol comenzó a hablarle en una voz suave y melodiosa.
"¿Quién eres tú, pequeña niña?" preguntó el árbol.
"Soy Ana", respondió la niña. "¿Quién eres tú?"
"Soy el árbol encantado", dijo el árbol. "Y tengo un secreto que quiero compartir contigo".
La niña se acercó más al árbol, intrigada por lo que podría ser ese secreto.
"Escucha atentamente", dijo el árbol. "Cada vez que alguien toca mi tronco y me habla con sinceridad, le concedo un deseo".
La niña se sorprendió al escuchar esto. ¿Realmente era posible que un árbol concediera deseos?
"¿De verdad?", preguntó Ana.
"Sí, de verdad", respondió el árbol. "Y ahora es tu turno. ¿Qué deseas, Ana?"
La niña pensó por un momento antes de responder. Había muchas cosas que quería, pero había una en particular que era muy importante para ella.
"Deseo tener un amigo", dijo la niña. "Alguien con quien jugar y pasar el tiempo".
El árbol sonrió y comenzó a brillar con una luz mágica. De repente, una pequeña hada apareció de la nada y se posó en la mano de Ana.
"Hola, Ana", dijo la hada. "Soy tu nueva amiga. ¿Quieres jugar conmigo?"
La niña estaba asombrada. Había deseado un amigo y ahora lo tenía, gracias al árbol encantado.
"¡Sí, por favor!" exclamó Ana.
La niña y la hada jugaron juntas durante horas, corriendo por el bosque y explorando todos los rincones. Al final del día, Ana se despidió de su nueva amiga y prometió volver a visitarla pronto.
Mientras caminaba de regreso a casa, la niña se dio cuenta de lo afortunada que era de haber encontrado el árbol encantado. Sabía que siempre podría volver al bosque y pedirle más deseos al árbol mágico.
Desde ese día en adelante, Ana visitaba el árbol encantado con frecuencia, pidiendo deseos y haciendo nuevos amigos en el bosque mágico. Y siempre se sintió agradecida por haber descubierto el secreto del árbol encantado.
Un día, Ana estaba caminando por el bosque cuando se encontró con un pequeño conejito. El conejito estaba asustado y temblaba de miedo.
Ana se acercó al conejito y lo acarició suavemente. "No tengas miedo, pequeño conejito", dijo Ana. "No te haré daño".
El conejito miró a Ana con sus grandes ojos tristes. "Mi familia ha sido capturada por el malvado cazador", dijo el conejito. "No sé qué hacer".
Ana sabía que tenía que ayudar al conejito y a su familia. Se acercó al árbol encantado y le pidió su ayuda.
El árbol encantado brilló con una luz mágica y de repente, una manada de ciervos apareció en el bosque. Los ciervos se acercaron al conejito y lo llevaron a través del bosque hasta donde estaban su familia y los demás animales capturados.
Juntos, los animales escaparon de las jaulas del cazador y regresaron al bosque mágico, donde celebraron su libertad con una gran fiesta.
Ana se sintió muy feliz de haber ayudado a los animales y agradeció al árbol encantado por haber concedido su deseo una vez más.
Desde ese día en adelante, Ana se convirtió en la protectora del bosque mágico y sus criaturas fantásticas. Y cada vez que necesitaba ayuda o consejo, sabía que podía contar con el árbol encantado para concederle sus deseos y guiarla en su camino.
F I N
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